Humberto Acosta escribió... (y III)

L A TEMPORADA no había finalizado y ya Carlos Hernández era considerado la causa principal de la debacle del Caracas. Alguna responsabilidad debe cargar sobre sus hombros el manager de los Leones. Sin embargo, lo más justo sería tratar de precisar qué tanto pesa dicho bulto. Sobre todo en los deportes de conjunto como el beisbol, los éxitos y fracasos del equipo son en gran medida un compromiso de los jugadores. Todo pasa porque el piloto puede ordenar los movimientos lógicos y adecuados, y si sus discípulos no cumplen, o no los dejan cumplir con la encomienda, las cosas probablemente no saldrán bien. De allí que el papel del estratega adquiere importancia capital en lo que podríamos calificar de una suerte de liderazgo. En la ascendencia que tenga sobre sus hombres. En cómo logra que todos estén de su lado. En cómo se las ingenia para que todo el mundo se sienta bien dentro del vestuario y el dugout. En cómo cada uno de ellos se sienta parte importante del conglomerado, y muy especialmente aquellos que no juegan a diario y en el más profundo de su ser piensan que deben estar en la alineación regular.

¿CUMPLIÓ Carlos con esa supuesta responsabilidad? Lo que sigue a continuación no es más que una opinión de mi parte. En extremo subjetiva y parte de un proceso de observación de dos meses y medio desde mi lugar como comentarista del circuito radial del Caracas a través de Unión Radio. Con esto quiero decir que no pretendo crear una polémica. Pueden y deben haber opiniones diferentes o similares, y lo más importante, todas respetables. ESTIMO que la directiva del Caracas apostó a la figura histórica de Hernández dentro de la organización, más allá de que terminara en el cargo en la 2006-2007 y eso le concediera una nueva oportunidad. Jugó a lo que representó para los Leones en sus días de catcher titular del conjunto. A su relación con peloteros de su generación aún activos como el receptor Henry Blanco y el primera base Carlos Méndez. Una decisión nada despreciable, sólo que se trataba de un hombre con una ínfima experiencia en el cargo, limitada a su paso por un circuito en México y a la parte final de la campaña anterior con los mismos Leones. En el mundo de la pelota, y en todos los universos del quehacer humano, ese valor definido como jerarquía tiene un peso. Y esa inexperiencia pudo más que el recuerdo del pelotero activo. Y sobre todo, en una novena como la del Caracas, llena de grandes ligas, con una presencia única en los medios, y ni qué decir de su multitudinaria y exigente afición, eternamente acostumbrada a ganar.

QUEDÉ con la sensación de que sus peloteros nunca lo respetaron –y aquí tal vez peque por generalizar y mucho menos se ubicaron a su alrededor. Lo que en modo alguno se justifica. La autoridad del manager es incuestionable, así se trate de un piloto cuyo signo principal es la inexperiencia. Quizás por ello a lo largo del camino, Carlos tuvo altercados en particular con los lanzadores Jeremy Cummings, Jarrod Plummer, Marcos Carvajal, Jorge Julio Tapia y Juan Carlos Ovalles. Y no es que algo así no pase en los mejores conjuntos. El problema estuvo en que los choques fueron estimulados por actitudes de los peloteros, más que por fallar en un momento dado, lo que forma parte de la dinámica del juego.

NADIE PUEDE ASEGURAR que Hernández no procuró convertirse en el caudillo que debe ser todo manager. Sólo que quizás le negaron esa posibilidad a priori por no contar con las medallas que exige un mundo tan prejuiciado como el de la pelota. Y es aquí donde emerge la otra cara de nuestra presunción: la directiva que puso en sus manos tal responsabilidad.

cortesía Diario El Nacional